Estels del Sud, una travesía por el Macizo de Els Ports
A principios de octubre hicimos la travesía Estels del Sud por el Macizo de Els Ports. Esta vez, debido a la exigencia del itinerario, sólo la hicimos los hombres. Mientras nosotros andábamos por las cimas, nuestras esposas hacían turismo por el llano. El guía turístico Philippe, de origen belga pero afincado en Horta de Sant Joan, donde mantiene la agencia Viajes Horta, las llevó a visitar lugares tan interesantes como el Museo Picasso de aquella población, lugar en que vivió el pintor en su juventud. También, en bicicleta, las condujo por la Vía Verde, que va de Arnes a Tortosa.
El Macizo de Els Ports está situado al sur de Cataluña, en el punto en que las provincias y habitantes de Tarragona, Teruel y Castellón se dan la mano. Está formado por una masa montañosa de imponentes rocas calcáreas que conducen al mar el río Ebro por su margen derecha. La cima más alta es el Caro, de 1.441 metros. Gran parte de sus 35.000 hectáreas han sido declaradas Parque Natural.
El recorrido de Estels del Sud se mueve entre los 300 y los 1.250 metros de altura. A veces va por caminos llaneros pero a menudo discurre por lugares abruptos en los que el terreno rocoso lo hace peligroso y difícil de rastrear, aunque las señales de estrellas azules ayudan a no perderse. El tramo entre Font Ferrera y Paüls sigue el GR7. Son 5 etapas con un promedio de unos 21 kilómetros y 1.000 metros de desnivel acumulado en cada una. En total, unos 110 kilómetros.
Para nosotros fue una travesía bastante fuerte, que nos exigió considerable esfuerzo. Claro que hay gente joven que la hace corriendo y saltando, como las cabras hispánicas que tanto abundan en aquellos montes. Cada año se organiza la carrera Ultra Trail y el circuito que nosotros hicimos con dificultades en cinco días, hay quien lo hace en menos de trece horas. Pero seguro que, a esa velocidad, no tienen tiempo de disfrutar de los magníficos parajes que este sendero nos va descubriendo.
Cada etapa es diferente de las demás y sería difícil decir cuál es mejor que otra. En la primera, de Paüls a Arnes, después de la fatigosa subida al Coll de Gilaberta, se abre ante nosotros la espectacular visión de las Rocas de Benet, emblemáticas de este macizo y que se van contemplando, bajo diferentes perspectivas, durante tres etapas. En la segunda, de Arnes a Beceite, destacaría el magnífico paisaje que se divisa desde la cumbre de Penyagalera. La tercera, de Beceite a Font Ferrera, la definiría como la más sobrecogedora, debido al pasaje que se hace por el fondo de las Gúbies de Parrissal, unos desfiladeros de altísimas y retorcidas paredes en los que a veces daba la impresión de estar dentro de una cueva. La cuarta etapa, que al principio es bastante llana, de repente, a partir de la Cova del Vidre, se complica convirtiéndose en un auténtico rompepiernas. Hacia levante, la impresionante sierra rocosa nos recordaba los tubos de un inmenso órgano. Finalmente, durante la quinta etapa, de Caro a Paüls, pudimos disfrutar del espectáculo que nos ofrecía el sol saliendo de detrás de la mole del Monte Caro, mientras lo íbamos dejando atrás con la satisfacción de irnos acercando al punto de salida y completando así toda la vuelta.
Fue una pena que la prolongada sequía de este verano nos privó de ver las pozas y saltos de agua que parece ser abundan por allí, pero, como no hay mal que por bien no venga, gracias a esto pudimos pasar por gargantas secas que, de otra manera, hubiesen sido imposibles de atravesar, cosa que nos hubiese obligado a dar largos rodeos por senderos más elevados.
Toda esta travesía habría sido mucho más difícil de preparar si no hubiese sido por la perfecta organización que nos ofrecieron desde Estels del Sud, y, en particular, por Enric, su mantenidor. Calculé que por un precio total de unos 280€ por persona (inscripción, media pensión, picnics, bebidas, etc) hicimos una magnífica excursión de cinco días, lo cual me parece un precio muy razonable.
Los alojamientos estaban bien. En Paüls y Arnes estuvimos en Turismos Rurales. El de Paüls estaba regentado por Enric, a quien mencionaba antes. Su esposa, Montse, que había sido cocinera, nos preparó un estupendo y variado menú para cenar. El de Arnes, de Marisa e Ismael, muy acogedor y decorado con gusto. Interesante la conversación con esta pareja: ella, artista y maestra de telares artesanos y tintes naturales de tejidos, él, guía de montaña, y ambos grandes viajeros y enamorados del Nepal. En Beceite, ya en Teruel, estuvimos en un moderno hotel construido dentro de lo que fue una antigua fábrica de papel. Todo muy limpio y moderno y muy bien servidos por Alberto, que nos probó que gentes de distintas autonomías se pueden entender muy bien si muestran interés en hacerlo y se olvidan de los prejuicios. Finalmente, en Font Ferrera y Caro nos alojamos en refugios. El de Font Ferrera fue, digamos, el más auténtico: solitario en medio del bosque, con electricidad de placas solares, literas y baños comunes. Y también, dentro de este tipo de alojamientos, de los mejores: limpio, con baños y duchas dentro del mismo edificio y con su guarda, Guti, un hombre pintoresco, campechano y con muy buena voluntad para servirnos en cuanto necesitáramos. También él, como en todos los demás alojamientos, nos sirvió una buena cena. La última noche la pasamos en el nuevo refugio de Caro. De éste diría que es un refugio excepcional. Más que en un refugio parecía que estuviéramos en un chalet suizo. Construído hace pocos años, lo único que lo diferenciaba de un hotelito era que teníamos que dormir, también aquí, en literas. Esto, igual que en el anterior refugio de Font Ferrera, no fue ningún inconveniente, pues en ambos sitios fuimos los únicos clientes y pudimos disponer de todo el espacio para nosotros cuatro. Otra cosa debe ser cuando están llenos de gente… Mario, el guarda de este refugio, además de lo bien que nos atendió, al día siguiente, cuando salíamos antes de amanecer, tuvo la amabilidad de acompañarnos durante un trecho para mostrarnos un atajo gracias al cual acortamos un poco aquella etapa y, sobre todo, nos ahorramos tener que andar sobre asfalto.
En resumen, una bonita travesía que requiere estar en buena forma pero en la cual el esfuerzo físico se ve premiado por los magníficos y sorprendentes paisajes y por los buenos alojamientos. ¡Muy recomendable!
Estupenda narración de un excepcional viaje por zonas preciosas y acompañados de buen tiempo. Todo perfecto Pepe. Que sigáis disfrutando de los bonitos lugares que tiene este país.
He tenido la ocasión, nuevamente, de recordar mi paso por esa zona en el GR7.
Un fuerte abrazo.