Ruta por tres parques históricos del Baix Llobregat
Jardines con templos de inspiración neoclásica, estanques, saltos de agua y palacetes aristocráticos de interiores recargados. Quizás suene versallesco, pero no será necesario coger el avión ni el tren de alta velocidad. En el segundo #blogtripAMB por el Baix Llobregat organizado por la revista Descobrir y el Área Metropolitana de Barcelona en el que hemos participado, hemos hecho una ruta con bicicleta eléctrica por tres parques históricos: el parque de Can Vidalet (Esplugues), el parque de Torreblanca (limítrofe con Sant Just Desvern, Sant Feliu de Llobregat y Sant Joan Despí) y el parque de Can Mercader (Cornellà). Una jornada sostenible en la cual la cocina de autor con producto de proximidad ha sido otro de los grandes protagonistas y de la cual hemos disfrutado en compañía de blogueros del ámbito de los viajes y de la gastronomía.
Caracterizado con traje de etiqueta, como corresponde a un buen burgués del Renacimiento, y “amigo personal” de las familias Vidal, de los marqueses de Monistrol y de los condes de Bell Lloc, Salvador Salvadó (Aura Creativa) nos ha recibido con muy buen humor y cinismo. Nuestro particular guía nos ha trasladado a finales del siglo XIX y con las explicaciones teatralizadas ha contextualizado la visita y hemos ido descubriendo cómo los antiguos palacios y las segundas residencias exclusivas de tres familias nobles y burguesas de Barcelona y sus alrededores se han convertido en zonas verdes de las que ahora todos podemos disfrutar.
Parque de Can Vidalet
La primera visita ha sido el parque de Can Vidalet, un oasis verde situado en el barrio homónimo de Esplugues y con zonas para pasear, practicar deporte o leer tranquilamente y relajarse. Paseando entre especies de árboles autóctonos y foráneos se llega a uno de los rincones más especiales del parque y que evoca de manera más vívida el pasado suntuoso de las antiguas propiedades de la familia Vidal: el lago, la isla y la gruta que los rodea. Del centro del lago emerge un majestuoso taxodis y la pequeña isla está coronada por un pequeño templo de inspiración neoclásica formando un conjunto visual bello y harmónico. Otro de los atractivos del parque es un lavadero de la época donde antiguamente se almacenaba el agua para el riego de los jardines y que ahora es un mirador con vistas panorámicas del parque. Pero de las antiguas casas de la finca tan solo se conserva una, el palacete neoclásico que ahora es la sede de la Escuela Oficial de Idiomas de Esplugues.
En este punto llega el momento de montar en las bicicletas eléctricas Vaic y experimentar el placer de avanzar sin casi pedalear, especialmente en las cuestas, por los carriles bici de Esplugues y Sant Just Desvern y desplazarnos al segundo de los parques, el de Torreblanca. Para tener fuerzas en el improbable caso de que se acabase la batería, el colectivo CUBAT nos ha preparado un espectacular desayuno de tenedor al lado de las cocheras del parque. Esta asociación gastronómica está integrada por profesionales de nueve restaurantes del Baix Llobregat con el objetivo de potenciar el producto de proximidad con una cocina que combina innovación y tradición y de la que hemos disfrutado también para comer.
Parque de Torreblanca
Compartido por Sant Joan Despí, Sant Just Desvern y Sant Feliu de Llobregat, el parque de Torreblanca debe su nombre a una torre de defensa de la edad media que había en esta finca agrícola de gran extensión. Sus propietarios, los marqueses de Monistrol, que hacían fortuna con la explotación de las minas de agua de Sant Just y la venta de rosas, quisieron recuperar el esplendor de la finca construyendo un palacio y unos grandes jardines a finales del siglo XIX. El palacio quedó tan dañado durante la Guerra Civil que ahora solo se conservan las cocheras, pero el jardín romántico todavía mantiene todo su encanto. La gran variedad de flora, el rosal y los elementos clásicos del parque, en especial el estanque, la gruta y la cascada combinan a la perfección con nuevos elementos modernos como las zonas de recreo y el actual laberinto, que está ubicado donde se encontraba la casa de los marqueses y reproduce su planta. Además de las muchas posibilidades para disfrutar en familia, en el parque también se hacen muchas actividades y cada domingo hay mercado rural, donde los agricultores de la zona venden sus productos.
Después de disfrutar de unas vistas magníficas desde el mirador del laberinto, nos dirigimos al último de los parques. De camino por las calles de Sant Just y Cornellà hacemos una parada técnica para conocer el funcionamiento de Bicibox, una red pública de aparcamientos de bicicleta que ya funciona en trece municipios del Área Metropolitana. Está pensado para que el usuario, una vez registrado de manera gratuita en el web, pueda guardar su bicicleta de forma segura. Actualmente la red dispone de 1.400 plazas de aparcamiento a disposición de los ciclistas, y la buena acogida que tiene hará que pronto sean muchas más.
Parque de Can Mercader
La última parada es en Cornellà. En el parque de Can Mercader se respira el ambiente festivo y familiar de un domingo en el que el sol luce con fuerza y el trenecito histórico en miniatura está repleto de viajeros que hacen la ruta circular. Igual que los dos parques anteriores, el parque de Can Mercader tiene su origen en una antigua finca agrícola y los jardines destacan por su verdor y la abundancia de especies de flora autóctona e importada. Pero la gran diferencia es que en este caso sí que se conserva la casa señorial, un palacio de aires grandilocuentes, propiedad de los Mercader. Esta familia acomodada barcelonesa adquirió la propiedad en el siglo XVIII y se convirtió en familia de noble linaje cuando Ramón Mercader se casó con Maria Mercè de Belloc, heredera de los condes de Belloch.
Joaquim Mercader fue quien dirigió la construcción del palacio y su hijo Arnau y su mujer, la cantante de ópera italiana Paulina Pozzali, fueron los últimos condes de la saga y su huella se nota por toda la planta noble del palacio. Tras los trabajos de rehabilitación que se iniciaron en los años 90, las habitaciones y el mobiliario han recuperado el lujo pomposo de la época y conservan elementos artísticos y decorativos de gran valor histórico. Pasear por las salas de palacio es como entrar a hurtadillas en la casa de una familia rica que con el brillo del dorado y del cristal quiere camuflar su decadencia. La sala árabe, una sala para bailes y fiestas decorada inspirándose en el arte mudéjar, o la sala de los pianos, donde Paulina Pozzali ensayaba con ayuda de una pianola, son algunos de los espacios más pintorescos. El palacio acoge actualmente exposiciones culturales y merece la pena recorrerlo con una visita guiada (domingos y festivos) para conocer los secretos de la familia Mercader.
De nuevo la experiencia del #blogtripAMB ha sido muy positiva y nos enseña que muy cerca de casa podemos disfrutar de rincones muy especiales que nos conectan con la historia que nos rodea y que nos ayudan a conocer un poco más el entorno.
Estos son los blogs del resto de compañeros con quienes hemos compartido la experiencia (por orden alfabético):